Hace un par de años te propuse un juego un poco loco (basado en hechos más o menos reales):
“Imagina que un grupo de amigos graciosetes te ponen un somnífero en el café, te tapan los ojos (por si a caso), te suben a un coche, te llevan a un sitio alejado de tu ciudad y te dejan tumbado en un banco en mitad de una calle cualquiera.
Entonces te despiertas y, en tu desconcierto, ves una nota de papel encima tuyo que pone lo siguiente:
TIENES QUE AVERIGUAR EN QUÉ CIUDAD ESTÁS, SIN PREGUNTAR A NADIE,
NI UTILIZAR UN GPS, NI EL MOVIL.»
En aquel momento, el juego lo propuse para una ciudad como Madrid. Hoy le toca a otra gran ciudad ser la protagonista: Barcelona.
¿Cómo sabrías que estás en Barcelona si te soltasen lejos de las zonas más conocidas?
Pues bien, el secreto está en los pequeños detalles, en lo cotidiano, en eso que damos por sentado cada vez que salimos a la calle y que pasa de forma casi invisible a nuestros ojos, pese a formar parte sustancial de los lugares que habitamos.
Esos serán nuestros guías. ¿Empezamos?
Pongámonos en situación:
Te despiertas medio atontado. Abres los ojos, lees la nota y miras a tu alrededor. No sabes dónde te encuentras.
Como sabes que es un juego (al final de la nota viene la firma de tus colegas), no entras en pánico pero sí que te preocupas un poco. Tocas tus bolsillos: ahí encuentras el movil (apagado y sin batería, los malditos la han descargado), la cartera (con dinero y tarjetas) y nada más.
Bien, efectivamente, es un juego.
Comienzas a caminar y empiezas a ver elementos que podrían darte alguna pista, que tienen formas que no has visto en ningún otro lado.
Si has tenido la suerte de estar antes en Barcelona, quizá alguien te haya contado que algo muy representativo de la ciudad está en su propio suelo: los panots de flor o flores de Barcelona, un tipo de baldosa diseñada por el arquitecto modernista barcelonés Josep Puig i Cadafalch.
Pero si no has recibido esa información, necesitas algo más. Necesitas letras. Entonces comienzas a leer los carteles de las tiendas y los signos de algo que conoces muy bien: los bares.
Por fin, ya tienes algo: estás en Cataluña. Entrepans, los bocadillos o sandwiches catalanes, son una gran pista. Si a eso le sumas la presencia de la empresa cervecera más conocida de Barcelona, Estrella Damm, creada en 1876, significa que ya estamos empezando a localizarnos un poco más. Pero aun queda: Cataluña es muy grande.
Sigues caminando y comienzas a fijarte en algo que te gusta mucho ver por la calle: el arte urbano. Te das cuenta de que aquí tiene un carácter bastante reivindicativo.
Mirando por los edificios adviertes que hay bastantes banderas de Cataluña y carteles en pro del referendum. Esto nos puede ayudar un poco más, dos provincias catalanas son especialmente activas en este sentido: Girona y Barcelona. Vas bien, pero necesitas más.
Si tienes buena agudeza visual, delante de ti comienzan a aparecer pistas móviles que te pueden hacer descifrar el enigma. Rodando a buena velocidad, las bicicletas públicas de Barcelona tienen el nombre de la ciudad implícito en su slogan.
Pero ellas van más rápido que tú y, de momento, no encuentras ninguna estación de bicicletas en la que poder fijarte. Tienes que seguir buscando. Te detienes junto a una parada de autobús y, en ella, se encuentra también el nombre de la ciudad oculto: TMB, Transports Metropolitans de Barcelona.
Estás casi seguro de donde estás, pero necesitas leer el nombre completo, eres un Santo Tomás que necesita meter el dedo en la llaga para estar totalmente seguro de lo que estás pensando.
Y esa respuesta, por fin, llega de donde menos te lo esperas.
De la basura.
Con su código de color, que ser repite por toda Cataluña, los contenedores de residuos plásticos, de papel y de vidrio con los que ya te has cruzado varias veces durante este paseo, por fin se convierten en algo que tu atención capta. Antes no les habías hecho ni caso. Eran la basura… solo la basura.
Y ahí, en un lateral, por fin lo ves: Ajuntament de Barcelona.
Desde ese momento, no paras de encontrarlo en todas partes, en el suelo, junto al espacio destinado a unos futuros árboles que serán plantados en la próxima campaña de reforestación de la ciudad.
En las puertas amarillas de los taxis.
En las pancartas de protesta vecinales contra una política de turismo que está provocando que Barcelona esté muriendo de éxito.
Lo has logrado, has conseguido descifrar dónde te encuentras sin necesidad de preguntar a nadie, ni de mirar un mapa. Feliz y orgulloso, te sientas en una terraza a tomar una caña de cerveza bien fría para celebrar tu increíble hazaña, digna de los más altos honores. Te relajas y te permites, por fin, mirar tranquilamente a tu alrededor, como hiciste aquella otra vez que jugaste al Fotógrafo Programado, pudiendo descubrir mensajes ocultos escritos por un personaje anónimo por alguna razón oculta.
La cerveza de la victoria empapa tu sonrisa durante varios minutos y, justo cuando estás a punto de terminarla, caes en la cuenta de que tus amigos no dijeron nada de lo que ocurriría cuando lograses descifrar el enigma ni de cómo se enterarían de que lo has logrado. No tienes ni idea de qué tienes que hacer ahora ni de como regresarás a tu casa, situada a cientos de kilómetros de allí.
Una gota de sudor comienza a correr por tu frente. Miras a tu alrededor con ojos de niño perdido en mitad de la Plaza de Catalunya, te recuestas sobre la silla de metal y permaneces con la mirada perdida durante unos segundos.
Por fin, algo más decidido, giras la cabeza, levantas la mano y dices en voz alta.
– ¿Me pones otra cerveza?
Admirable, Dani. Además de gran viajero, excelente escritor y muy imaginativo, ahora nos descubres tus dotes detectivescas.
jeje, Francisco, cada vez que leo un comentario me subes el autoestima en 10 puntos. Gracias!!
Leerte siempre es una grata sorpresa. Me ha encantado el paseo y reconocer Barcelona de otra manera. Muchas veces he pensado algo parecido, perderme en cualquier pueblo de la Galicia profunda y caminar…Algún día 😉
Maru, hazlo, por diohhhh, que esa experiencia te va a encantar… y ya no podrás hacer un viaje de otra manera
Me encanta, y eso que soy local! Qué bueno lo del BiCiNg, te puedes creer que no lo había visto nunca?
Yo hubiera apostado por los taxis!
jeje, Sara, prueba a coger un bus cualquiera y acabar en unlugar cualquiera… y a descubrir Barna!!!
Me asombra, que interesante lectura, me ha encantado.
Hola Antonio, muchas gracias por tu comentario, me alegra mucho que te haya gustado tanto!
Genial. A parte de la creatividad en cada frase, me encanta poder descubrir mi Barcelona de una manera diferente. Como lo cotidiano y «normal» se convierte en pruebas para saber dónde estás 😉 un abrazo
Hola Patri! Jeje, gracias por las palabritas. Te invito a salir a la calle y convertir Barna en un lugar nuevo. Ya verás cómo mola!!
Me encanta la originalidad de tus posts, sería un buen juego!! Ahora sí, si nos sueltan en una ciudad de… pongamos… Rumanía, Chequia, esas de las que ni siquiera sabemos el nombre. Por no decir alguna de los países asiáticos, donde ni las palabras nos dan pistas. Ahí se complicaría la cosa!
Hola Andrea!!! Que bonito leerte por aquí otra vez! Jeje, sí, con ciudades más rarunas la cosa sería más complicadilla… pero seguro que incluso esas ciudades para los lugareños tienen sus propias señas de identidad… Indagaré cuando el viento me lleve por aquellos lares!!!
Qué chulooooo! jejeje me encanta! De los más que me gustan la verdad! Mola conocer Barcelona de otro punto de vista… gracias!
Gracias Luisete!!!!!!!!!!! Jeje, sacando la esencia de las ciudades se pueden hacer cosas muy chulas!
Fomentando la cultura del rapto, I like it.
Felicidades por el post.
jeje, rapto consentido, por supuesto.
Un abrazo Manu!