Última actualización 17/03/2022 por Dani Keral
Las luces de la ciudad van quedando atrás mientras caminas a paso lento sobre la nieve. Estás saliendo de los límites recomendados, aunque sabes que no debes hacerlo. No sin un arma. Tras veinte minutos de caminata decides montar el trípode. O, al menos, intentarlo: a veinte grados bajo cero tus dedos son un miembro fantasma. Mientras luchas por enroscar la zapata, escuchas un sonido: la nieve cruje a tu espalda. Te giras y alumbras con la linterna. Al principio no ves nada pero, poco a poco, tus pupilas van definiendo una silueta: a unos treinta metros de ti, un bulto grisáceo se dibuja entre las sombras.
El oso polar lanza un gruñido. Tú te agarras a la cámara.
El oso comienza a avanzar hacia ti. Tú no tienes arma. Tú no tienes arma…
…..
Lo primero que te dijeron fue que esa isla no se podía recorrer sin un arma.
Alberto llenó la pantalla de emoticonos: media docena de pistolas, algunos copos de nieve y varias cabezas de oso panda (por lo visto, What´s App ya da por extinguidos a los osos polares).
Mola! Pero cuidado… allí han muerto varias personas.
Me encantan tus ánimos 😂
No, en serio, el plan es cojonudo, pero Svalbard es el lugar con mayor población de osos polares
La próxima vez te digo que me voy a Soria 😒
Bueno, allí solo hay lobos 😎
Me encanta 🎈 💃
…..
Aquella señal, nada más salir del aeropuerto, ya te dejó las cosas claras: estabas en el paralelo 78, tan lejos de todo que lo que tenías más cerca era el Polo Norte. Pero la excitación geográfica duró poco tiempo: a su lado, otra señal volvió a recordarte aquella conversación con Alberto.
Con muertos y osos polares en la cabeza, el autobús te llevó desde el aeropuerto a Longyearbyen, la ciudad principal –y la única– del archipiélago de Svalbard. Allí es donde viven los más de dos mil habitantes que tienen el (¿dudoso?) privilegio de vivir en la población más al norte del mundo. Sus ritmos anuales no son para cualquiera: tres meses y medio de luz permanente, otros tantos de oscuridad y un pequeño tránsito de equilibrio entre ambas épocas. Este hecho lo confirmaste al hablar un poco con Olena, la encargada de tu albergue, un antiguo refugio de mineros: «lo peor son las noches polares. Durante los meses de invierno mucha gente sufre depresión».
Longyearbyen es extraño: ubicado en un valle junto al gigantesco fiordo central de la isla de Spitsbergen, el lugar tiene el aspecto de un pueblo a medio hacer. Una única carretera de quince kilómetros lo conecta con una estación de radar, el aeropuerto y la versión polar de Black Mirror y The Walking Dead: la Bóveda Global de Semillas, una enorme despensa subterránea que alberga las simientes de miles de plantas de cultivo de todo el planeta para salvaguardar la biodiversidad en caso de una catástrofe mundial.
Rodeado de minas de carbón, todo en Longyeabyen tiene carácter de récord Guinness: la escuela más al norte del mundo, la iglesia más al norte del mundo, el cementerio más al norte del mundo… Un cementerio, por otra parte, inútil: nadie es enterrado allí desde que, a mediados del siglo XX, las autoridades locales descubrieron que los cadáveres no se descomponían, sino que se congelaban. Tras el hallazgo se estableció una ley que, literalmente, prohibía morir en Svalbard, obligando a todo individuo moribundo a ser trasladado al continente.
…..
Has apagado la linterna. Ya solo escuchas los pasos cansinos del oso, que se detienen cada poco. Tu mente es una macedonia de frutas y dudas si correr, llorar o mearte encima. Necesitas calmarte y pensar, pero lo único que te viene a la cabeza es la voz de Joaquín Reyes diciéndole al oso que respete las leyes locales y recuerde que está prohibido morir en Svalbard. Luchando por serenarte, intentas recordar la conversación con Alberto.
Bueno, te explico
Tranquilo, no creo que pase nada
Coño, escucha
No es una tontería, esto se lo digo a todos los que guío por Groenlandia. Si aparece un oso y no tienes un arma
(que, insisto, deberías. Si no, estás jodido)
Vale una navaja?
Quieres que te lo cuente o no???
Sí, sí, perdona…
La nieve vuelve a crujir, el oso reanuda su camino y tus pensamientos se esfuman de golpe, escapándose en cascada por tu entrepierna.
…..
En Svalbard es casi imposible moverse por libre. Todas las actividades son guiadas y los habitantes repiten de forma insistente que no hay que salir de la ciudad sin un arma. Eso es lo que hiciste los dos primeros días: obediente como un monaguillo, contrataste una expedición con raquetas y una travesía en moto de nieve hacia la costa este de Spitsbergen. El objetivo era ver osos polares en la zona donde pueden ser vistos con más facilidad. No hubo suerte.
En cambio, al llegar la noche, la fortuna sí que estuvo de tu parte: después de dos días nublados, el cielo apareció por fin despejado. Había llegado el momento de capturar la aurora boreal.
…..
La orina empapa la pernera mientras tu cuerpo sigue agarrado, inmóvil, a la cámara. En medio de la oscuridad, la nieve cruje bajo las patas del oso. Cierras los ojos y comienzas a llorar cristales. Los pasos continúan.
Continúan.
Continúan. En tu cabeza se dibujan las múltiples formas en que el oso va a desgarrar tu cuerpo (continúan). Imaginas la cámara cayendo al suelo y filmando todo por accidente (continúan, más flojos), los telediarios de medio mundo mostrando las imágenes de tu cuerpo devorado (más flojos, más lejos); y tú, haciéndote famoso, una vez ya muerto, con el cuerpo desmembrado.
Silencio.
Sigues quieto, la orina fría en tus pantalones, las lágrimas congeladas en tu mejilla. La aurora boreal bailando rumba sobre tu cabeza.
…..
Ante todo, no corras, quédate quieto. Muy quieto. Si tienes suerte y el oso no tiene hambre, quizá pase de largo.
Genial, saldré entonces después de la cena 😜
Y no se te helo la orina? Por cierto, yo tambien me he meado leyendo tu relato. Y donde esta la foto del oso? Que envidia te tengo!