Última actualización 08/06/2021 por Dani Keral
Cuando, en 1918, Armenia sufrió el genocidio que acabó con cerca de un millón y medio de personas, la historia no hizo más que sumar un nuevo episodio a un territorio que ha estado condenado a no descansar desde el primer minuto en que apareció en la Tierra.
Nacida en época prehistórica, Armenia ha tenido la mala fortuna de estar en uno de los lugares más codiciados del mundo: la encrucijada del Cáucaso. Este lugar, situado entre dos continentes, ha sido invadido por casi todos los imperios que han existido: asirios, romanos, bizantinos, mongoles, persas, selyúcidas, otomanos y rusos. Nutrida por esta variedad de rasgos y culturas, Armenia ha experimentado lo mejor y lo peor de los lugares que ven cómo sus fronteras, esos espacios donde «el odio adquiere las características de un ser vivo», cambian de la noche a la mañana.
Ese odio fronterizo, nacido del genocidio no reconocido hoy día por Turquía e incentivado por los movimientos de ajedrez del Imperio Soviético, se ve cristalizado en el estado actual del país: las fronteras con Turquía y Azerbaiyán se encuentran cerradas para Armenia de forma indefinida.
¿Armenia es sus fronteras?
Armenia es lo que es por culpa o gracias a sus fronteras. Pero… ¿qué es realmente Armenia?
Mirando un mapa, a más de uno nos entrarían dudas sobre en qué continente situar el país. Oficialmente asiática, Armenia «siempre quiso arrugar el mapa y acercarse a occidente, aunque nunca se dejó contagiar por su prisa» como dice Virginia Mendoza en su libro Heridas del viento. Ryszard Kapuściński, en su Imperio continúa con la misma idea: «La parte occidental de Europa acaba en una clara línea de costa. ¿Y en el este? ¿Cómo fijar la frontera? Aquí Europa se difumina, se desintegra. En este punto tenemos que aplicar un criterio, que no es geográfico, sino cultural».
Armenia, en el año 301, se convirtió en el primer país del mundo en adoptar el cristianismo como religión oficial. Esto la acerca, de forma inevitable, a Europa. Pero, más allá de religiones, invasiones y fronteras, lo importante es hablar de lo que realmente forma armenia: los armenios.
¡Armenios!
Lo primero que llamaría la atención de un extranjero al ver a un armenio serían sus ojos y su mirada, si no fuese por otro rasgo físico mucho más superficial y llamativo: su gran nariz (rasgo que, de un tiempo a esta parte, ellos mismos han comenzado a modificar a través de cirugías plásticas).
Los armenios son de los individuos más peculiares que me he encontrado como viajero. Con una seriedad y humildad que rayan lo desconcertante, te dicen que su país fue el lugar donde empezó todo. La reserva que produce escuchar esto y que hace pensar en un chovinismo algo desmesurado, se comienza a desmoronar cuando descubres ciertos documentos históricos, como el mapa más antiguo del mundo, en el que Armenia aparece representada, o ciertos hallazgos arqueológicos como el zapato y la bodega de vino de mayor antigüedad hasta la fecha. Aparte y, ligado a la creencia religiosa, se dice que fue en el monte Ararat, el símbolo principal de Armenia (pero en territorio turco desde 1920), donde se posó el arca de Noé durante el Diluvio Universal.
Para un armenio «el otro» es una figura fundamental. Kapuściński describe un «típico piso armenio: la mesa es el punto central de cualquier hogar. Siempre debe aparecer puesta, ofreciendo cuanto se tenga, nunca vacía, pues la desnudez de una mesa repele a la gente e impide la conversación».
En Armenia sabes cómo comienza el día pero nunca cómo va a terminar: en una casa, convidado a cenar; en mitad de una carretera, bebiendo chupitos de vodka en el maletero de un Lada destartalado o 100 kilómetros más allá del destino al que tenías en mente llegar, acompañado de un conductor que te quiere presentar a toda su familia…
Como dice un párrafo muy clarificador de «Heridas del viento»: «suele ocurrir que en Armenia importa menos el destino que el trayecto, y la distancia, por corta que los mapas prometen pequeño, siempre deviene eterna».
Pero el culmen de ese amor por «el otro» se alcanza cuando hablamos del genocidio y la diáspora armenias. De los 12 millones que componen la población armenia total del mundo, solo tres millones viven en el país. Esta población expatriada nunca abandonó del todo su tierra y ha sido fundamental para paliar algunas crisis económicas, como el terremoto sufrido a comienzos de los noventa, que asoló gran parte del estado, y la guerra de Nagorno Karabaj con Azerbaiyán. Los armenios nunca se han olvidado del resto de armenios ni de su tierra natal, «tienen que estar juntos. Se buscan a o largo y ancho del mundo y, cuanto más grande es su diáspora, tanto mayor es su mutua añoranza y la necesidad de estar juntos» dice Kapuściński .
Tierra de artistas y poetas, Armenia no nació para la guerra, sino para crear. Las guerras las tuvieron que pelear porque todo el mundo quería su espacio vital. Sus jachkar, cruces de piedra que acompañan en los cementerios al difunto, no son simples lápidas: talladas al milímetro, todas cuentan una historia, haciendo de Armenia un «estado de piedras vociferantes», como cantó el ruso Ósip Mandelstam antes de ser enviado a la muerte por Stalin.
15 días pasé recorriendo el país, tan solo dos me bastaron para comprender que Armenia es más profunda que sus montañas, que surcan todo el país, sus valles y sus ciudades caverna,
que su animada Ereván y su boscosa Dilijan, que sus divertidas mashrutkas, minibuses donde el espacio es algo relativo,
que sus monasterios, construidos en lugares imposibles,
y su alfabeto, único en el mundo, creado solo por y para ellos por un monje visionario que previó, allá por el 400 dC, que Armenia debía sobrevivir a lo largo del tiempo no en el plano físico, sino en el cultural y espiritual.
Armenia ha aprendido a lo largo de toda su historia que la mejor forma de seguir existiendo es construir algo que vaya más allá del espacio delimitado por una frontera. Ese algo se encuentra al alcance de cualquier viajero y solo requiere de dos factores:
Salir a la calle
y
Dejarse llevar .
Me ha gustado esta introducción a Armenia, promete muchas aventuras por este país tan desconocido. Sobre su naturaleza, ¿qué me puedes contar?
¡Hola Víctor! Me alegra que te haya gustado, tenía ganas de ponerme ya con Armenia. Sobre su naturaleza, te puedo contar que es un país modelado entre montañas. De norte a sur. No alcanza las cotas de las cordilleras de Georgia, pero aun así es espectacular. En siguientes artículos voy a hablar de ello 😉
Muy interesante 😉
Te estaba esperando, Dani. Buen comienzo.
Me alegra leer esto, Francisco, voy a por el segundo, a ver qué sale. 😉
Reconozco que sé muy poco de Armenia y con tu post mis ganas de visitar el país son aún mayores. Me quedo esperando los siguientes 🙂
Maru, Armenia a nivel histórico es un auténtico filón (y una locura). Fliparías!!
Me ha encantado esta primera toma de contacto con Armenia. Un destino que pinta muy bien y al que me gustaría conocer con más profundidad.
Armenia es tan especial que ya estoy deseando volver (junto con Georgia, Azerbaiyán y, si puedo, parte oriental de Turquía)
Quien iba a pensar toda esa gran historia que estaba detrás de este pequeños país armenia, muy buen tema del post
Muchas gracias por tu comentario. Sí, Armenia es una auténtica sorpresa!
Un gran pueblo , que a pesar de ese período oscuro en 1920 están de pie. Mi respeto y admiración. Saludos desde 🇲🇽
Hola, Rene, muchas gracias por tu comentario. Sí, sin duda, mi respeto y admiración
Atrapas a cualquier lector con esa introducción, la verdad que culturalmente Armenia es fascinante por todo lo que cuentas, pero de verdad que historia tienen y la han sabido mantener, eso tiene mucho valor.
Gracias por compartir.