Última actualización 29/03/2022 por Dani Keral
De Alaska a Ushuaia, ese es el sueño de todo viajero que quiere recorrer el continente americano de punta a punta. Ciclistas, moteros, mochileros, autoestopistas… múltiples viajeros que lo dejan todo durante unos meses para recorrer la mítica ruta hasta llegar a la ciudad más al sur del mundo, Ushuaia. Como si no hubiese nada más allá de Ushuaia. Por ejemplo, la isla Navarino, en la Patagonia chilena, el lugar con el pueblo más austral de América y uno de los trekkings mas desconocidos y salvajes del mundo.
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Si te asomas a la barandilla del muelle del puerto de Ushuaia la puedes ver, allí enfrente, a apenas 7 kilómetros de distancia. La isla Navarino está separada de la Isla Grande de Tierra del Fuego por un canal marítimo que los nativos llamaban (y llaman) Onashaga y que pasó a llamarse canal de Beagle en honor al barco comandado por Fitz Roy y que transportó a Charles Darwin durante el viaje que le permitió alumbrar su teoría sobre la evolución.
La isla Navarino es un pedazo de tierra montañoso exactamente igual al territorio donde se asienta Ushuaia. La única diferencia entre ambas orillas la marca una línea imaginaria dibujada en mitad del canal de Beagle que delimita la presencia de dos estados: Argentina y Chile.
Chilenos y argentinos viven en una disputa constante por cuestiones territoriales, entre ellas, la de ver quién posee el pedazo de tierra habitado más al sur. En esta disputa, unos dicen que Ushuaia, la ciudad más al sur del planeta, otros que Puerto Toro, una pequeña aldea situada al este de Navarino. Saltando de continente, la disputa se traslada a la Antártida, donde ambos países tienen bases con población civil, familiares de científicos o militares residentes en Villa de las Estrellas (Chile) o Base Esperanza (Argentina)
En lo que respecta a Ushuaia y Puerto Toro, ambos tienen razón: Ushuaia es una ciudad, Puerto Toro, una aldea. Ambos son los «algo» más al sur. En cualquier caso, esta disputa y, sobre todo, la presencia de una frontera, ha provocado que la isla de Navarino tenga muchísima menos notoriedad (y visitas) que su vecina Ushuaia. Todos los viajeros que van a Tierra del Fuego llegan a Ushuaia, solo unos pocos cruzan a Navarino, a la Patagonia chilena.
Aunque se vea a simple vista. Aunque está a 7 míseros kilómetros. Y aunque tenga lugares e historias que merezca la pena conocer.
Un abismo de 7 kilómetros, la última carretera de América y Puerto Williams
Había que cruzarlo. Recorrer más de 3000 kilómetros desde Buenos Aires y quedarse solo en Ushuaia era casi una estupidez.
Cruzar a la Isla Navarino es fácil: son varios los servicios de transporte marítimo que conectan Ushuaia con Puerto Navarino, el puerto más cercano a la ciudad argentina. Sin embargo, este cruce no es barato debido a esa línea fronteriza entre Argentina y Chile.
Media hora, ese es el tiempo que hay entre una orilla y otra. Ya en tierra, una carretera de ripio (la única de la isla) conduce hasta Puerto Williams, la población más importante de isla Navarino, con cerca de 3000 habitantes.
En la peculiar disputa argentino-chilena, los chilenos la consideran la ciudad más austral de la tierra, aunque se contra argumenta que no tiene población suficiente como para llamarse «ciudad». En cualquier caso y, si eso sirve para algo, Puerto Williams es el asentamiento administrativo más austral de la tierra al ser capital de la Provincia de Antártica Chilena.
Puerto Williams nació a mediados del siglo XX bajo el nombre de Puerto Luisa aunque la zona, así como todo el territorio de costa de la región (el territorio comprendido entre la costa sur de la Isla Grande de Tierra del Fuego y las islas del archipiélago del Cabo de Hornos), estuvo habitado desde mucho tiempo atrás por el pueblo yagán, los habitantes más australes del planeta. Hoy día aún quedan miembros del pueblo yagán en esa zona, la gran mayoría en Villa Ukika, junto a Puerto Williams, así como en otros asentamientos de la isla y en la propia Ushuaia.
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El pueblo Yagán
Los yaganes son, por derecho propio, los nativos de esta parte de Tierra de Fuego. Habitantes originarios durante miles de años, los yaganes fueron, hasta la llegada de los colonos europeos, un pueblo canoero y nómada que realizaba breves asentamientos en las zonas de costa de las islas del sur de Tierra de Fuego (la zona occidental estaba ocupada por otro pueblo, los kawéskar). Con la llegada de los colonos, su forma de vida cambió de forma radical.
Los causantes de esto fueron hombres de negocios con ansias de ocupar nuevas tierras (y sus mares); religiosos con la misión de evangelizar y civilizar a los considerados como salvajes; nuevos ciudadanos de dos estados recién creados (Argentina y Chile) que comenzaron a hacer negocios a través de sus estancias, grandes superficies de terreno que les fueron entregadas por sus respectivos gobiernos y que estos llenaron de ganado traído de otra parte del mundo, compitiendo con la fauna autóctona.
Todos ellos colaboraron a la disminución radical del número de pobladores originarios, tanto física (muertes por luchas contra los colonos, enfermedades traídas desde Europa…) como culturalmente, con la implantación de unas creencias impuestas sobre las suyas propias. Los yaganes fueron prácticamente obligados a asimilar la cultura occidental, perdiendo gran parte de su lengua, ritos y tradiciones hasta el día de hoy, en el que reclaman al gobierno el respeto hacia su historia, sus tradiciones y la tierra que siempre habitaron
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La isla Navarino es de esos lugares que transmiten una sensación de lugar virgen, salvaje. Algo como lo que me evocó el archipiélago de Svalbard, el lugar poblado más al norte de la Tierra. En ambos se observa una tierra en la que el ser humano está al límite de la supervivencia.
El error de Darwin
Charles Darwin la vio con sus propios ojos a bordo del Beagle, el barco comandado por el almirante Fitz Roy con el que recorrió el mundo durante 5 años. Después de su experiencia, escribió el libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo en el que habló así sobre Tierra del Fuego: «Puedo describir la Tierra del Fuego en cuatro palabras: un país montañoso, en parte sumergido, de tal modo que ocupan el lugar de los valles profundos estrechos y extensas bahías; y un inmenso bosque que se extiende desde las cimas de las montañas hasta la orilla de las aguas, cubriendo las vertientes, a excepción de la occidental. Todo el país no es más que una enorme masa de rocas abruptas, de colinas elevadas, de inútiles bosques, envueltos en brumas perpetuas y atormentados por tempestades incesantes. La tierra habitable se compone sólo de las piedras de la costa (…)»
El joven naturalista (en aquel momento contaba 21 años) se mostraba tan descriptivo en sus observaciones geográficas como sesgado y, en ocasiones, sorprendentemente errado, en las de los yaganes:
«En verdad que nunca había yo visto criaturas más abyectas y miserables. (…) Estos desgraciados salvajes tienen el cuerpo achaparrado, el rostro deforme, cubierto de pintura blanca, la piel sucia y grasienta, los cabellos apelmazados, la voz discordante y los gestos violentos. Cuando se los ve cuesta trabajo creer que son seres humanos, habitantes del mismo mundo que nosotros. Nos preguntamos muchas veces qué goces puede proporcionar la vida a ciertos animales inferiores; ¡con cuánta mayor razón no podríamos preguntárnoslo respecto de estos salvajes!
(…) ¿Hay, por lo demás, en su existencia nada que pueda desarrollar facultades intelectuales elevadas? ¿Necesitan imaginación, razón, ni juicio? Nada tienen que imaginar, nada que comparar, nada que decidir. Para despegar una lapa de las piedras, ni aun necesita emplear la astucia, esa ínfima facultad del espíritu. En cierto modo pueden compararse sus escasas facultades al instinto de los animales, puesto que no se aprovechan de la experiencia».
Esos pensamientos fueron los que impregnaron durante décadas la mentalidad europea (y de los habitantes chilenos y argentinos) respecto a los habitantes originarios de este extremo del mundo (y los de otros lugares), llegando a crear zoos humanos que recorrieron grandes ciudades europeas con el fin de mostrar especímenes humanos salvajes y exóticos.
Por fortuna, hubo también personas que se esforzaron por conocer más a fondo a los pueblos originarios, como el misionero anglicano Thomas Bridges, afincado desde 1886 en la estancia Haberton, en la costa sur de la Isla de Tierra de Fuego, el cual creo un diccionario yagán-inglés con cerca de 30.000 términos. Otro europeo que se esforzó por profundizar en la cultura y espiritualidad de los pueblos originarios del extremo del continente fue el sacerdote y etnólogo Martín Gusinde, que llegó a participar en los ritos de iniciación y de paso a la vida adulta de los yaganes.
La isla Navarino, como sus habitantes originarios, supone un gran enigma para todo viajero que llega a ella. Más allá de Puerto Williams, se abren algunos senderos y rutas de trekking. Entre todas, la ruta madre, la conocida como el trekking más austral del planeta: los Dientes de Navarino, una ruta de unas 5 jornadas que penetra en la zona norte y centro de la isla, hacia la vistosa cordillera de los Dientes de Navarino (que hay quienes la nombran las «nuevas Torres del Paine»… esperemos que no se convierta en el mismo circo comercial).
Más allá de los Dientes, se encuentran otros senderos, aún todavía poco caminados y, en ocasiones, nada señalizados, lo cual exige un cierto nivel al senderista que se quiera lanzar a recorrerlos. Entre estos caminos se encuentra el que une la costa norte con Puerto Toro, la pequeña aldea al este de Navarino, considerada como la «población más austral del mundo» y la cual solo recibe un medio de transporte al mes: la transbordadora Yaghan de Austral Broom que conecta Puerto Williams con Punta Arenas. Cada último domingo de mes el Yaghan lleva provisiones hasta la aldea (y también turistas curiosos: este transporte es gratuito) en un viaje de ida y vuelta en el mismo día.
Bosques densos y desordenados, donde la naturaleza crece, se entrelaza, muere, se pudre y vuelve a nacer. Turberas donde el barro te cala hasta las rodillas. Montañas con senderos apenas marcados y que algunos guías ayudan a recorrer, como el madrileño Jorge, fundador de la empresa Explora Isla Navarino.
A través de ella se pueden conocer secretos como los lugares donde se asentaban y pescaban antiguamente los yaganes, las especies que habitan el territorio, las trincheras construidas por el ejército chileno con motivo del conflicto del Beagle, la guerra que estuvo a punto de estallar entre las dictaduras de Argentina y Chile en 1978. ¿El motivo? Territorial, cómo no: un grupo de islas deshabitadas, entre las que destacan Picton, Lennox y Nueva, las cuales se encuentran en un espacio estratégico en la boca de entrada del canal de Beagle y por el cual se debatían desde hacía décadas ambos países. La casi-guerra, como después se llamó, no llegó a producirse gracias a la mediación del Papa Juan Pablo II.
La primera vez que supe de Ushuaia, se creó en mi mente el sueño de ir a la última población al sur del planeta. Pese a que en el mapa veía que, un poco más al sur, se encontraba otra isla con varios puntos marcados como poblaciones, en aquel momento me creí a pies juntillas aquello que decían de que Ushuaia era, realmente, lo más al sur que se podía llegar.
Hoy, mi objetivo es claro: corregir aquello y provocar en el lector el deseo de ir a lo que, realmente (y más allá de la Antártida) es el lugar poblado más al sur al que se puede llegar recorriendo el continente americano. Ese lugar es isla Navarino, en la Patagonia chilena, y espero que, cuando lo visites, siga siendo tan bello como cuando yo lo conocí.
Si quieres viajar a Isla Navarino, en este artículo te cuento todo lo que puedes hacer allí.
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Una de las principales atracciones paisajísticas son los Dientes de Navarino, los cuales son una conformación de montañas en circuito que se asemejan a la formación de una dentadura, de allí su nombre.