Hay mapas que no enseñan caminos, sino huellas. Mapas que no sirven para llegar, sino para recordar. De estas premisas surge la mapiroflexia, un concepto que nace del territorio invisible que habita entre el diario de viaje, cuaderno de notas, libro artesanal y mapa simbólico.
Plegar un mapa es, en realidad, una forma de doblar la memoria para que quepa en un bolsillo.

Su nombre proviene del cruce entre mapa y papiroflexia, pero lo que propone va más allá del papel y de los pliegues: es una técnica creativa, emocional y artesanal para convertir experiencias —viajes, emociones, etapas vitales— en cartografías personales. Una herramienta de journaling creativo y de exploración interior que une el gesto manual del scrapbooking con la reflexión poética y de deriva del diario de viaje.
«En un intento abrumador por capturar los recuerdos, la gente se ha olvidado de crearlos» – Abhijit Naskar
Índice de contenidos
Mapiro (🗺️ + 📒+✏️), el nacimiento de un concepto
La mapiroflexia surge de una intuición: que todo viaje (exterior o interior) puede representarse como un mapa, incluso cuando no existe un territorio concreto al que regresar. También surge de una frase escrita por alguien que sabe mucho de mapas: el historiador del arte Kevin R. Wittmann:
«Los mapas son muchísimo mas que meras representaciones topográficas de un territorio. Son definiciones de nuestra visión del mundo. Nuestro mundo».
Así como la papiroflexia convierte el papel en figura, la mapiroflexia convierte la memoria en geografía.
Cada pliegue, cada trazo, cada palabra, funciona como una coordenada emocional. Lo importante no es la precisión cartográfica, sino la relación entre las partes: cómo una experiencia se conecta con otra, cómo un recuerdo desemboca en una imagen, cómo una emoción se transforma en paisaje.
El resultado de este proceso se llama mapiro: una pieza única, mezcla de cuaderno artesanal, mapa y obra visual, que guarda un recorrido personal. Un mapiro puede desplegarse, colgarse, leerse o simplemente abrirse al azar, como si fuera una brújula de papel o una forma de cartografía emocional. Un mapiro es un mapa vivo, que muestra la vida de los seres que habitan el territorio o de las ideas que surgen entre proyecto y proyecto.
📜 El mapa como diario, el diario como mapa
Tradicionalmente, el viaje se cuenta en un cuaderno de ruta o diario de viaje. Pero ¿y si en lugar de escribir líneas escribimos caminos? La mapiroflexia propone sustituir la secuencia lineal de la escritura por una lógica espacial, donde los recuerdos se expanden en el papel como territorios.
Hay quien trabaja sobre mapas reales, interviniéndolos con dibujo, collage o escritura —una suerte de scrapbooking poético—. Otros prefieren partir de un lienzo vacío, un “mapa simbólico”, donde el propio autor diseña su geografía interior: círculos que conectan palabras, formas poligonales que encierran emociones, líneas que representan trayectorias invisibles.
El resultado es una cartografía personal del viaje: una forma de contar sin narrar, de escribir sin frases, de recordar dibujando, escribiendo, pegando… Cada mapiro se convierte así en una práctica de journaling emocional, un espacio de contemplación y de creación que une arte y memoria.
En definitiva, la mapiroflexia pretende ayudar a entenderse mejor a través del arte.
🧭 Los pliegues: la poética y gramática del papel
El pliegue es el gesto fundacional de la mapiroflexia.
Cada doblez es una frontera, un tiempo. Incluso una respiración.
Aunque no en todos los mapiros se cumple (porque una de los rasgos definitorios de la técnica es su libertad creativa) se podría definir una gramática de pliegues: así tenemos pliegues en flor = ciclos, pliegues en acordeón = recorridos, pliegue turco = capas…
Hay pliegues flor, donde los pétalos se abren como etapas vitales; pliegues en acordeón, que permiten leer el mapa como un río; pliegues ocultos, donde se guardan fragmentos de lo que no se quiere mostrar a simple vista.
El formato es parte del mensaje: el modo en que se pliega el papel condiciona el modo en que se recuerda.

En ese sentido, la mapiroflexia es también una forma de psicogeografía personal, una deriva íntima sobre el territorio del papel. Exige pausa, tacto, escucha. Obliga a detenerse para doblar, observar y conectar, como quien hilvana memoria en una tela frágil. Es un acto de autoexploración creativa, cercano al arte terapia.
🌍 De los viajes a la vida: mapiros posibles
Aunque la mapiroflexia nació inspirada por los diarios de viaje artesanales, sus posibilidades se expanden hacia otros paisajes vitales.
Cada mapiro puede convertirse en un reflejo simbólico de un proceso, un vínculo o un momento:
- Mapiro del crecimiento: por ejemplo, el viaje de un bebé (una mascota)… en sus primeros años, donde cada pliegue representa una etapa.
- Mapiro emocional: un mapa de estados de ánimo, dibujado como constelaciones o estaciones.
- Mapiro del cuerpo: una topografía de sensaciones, tensiones y descansos (que se puede acercar a ser un ejercicio de arte de autoconocimiento y sanación). Aquí surge el fisioterapeuta que llevo dentro.
- Mapiro de los sueños: un archipiélago de imágenes nocturnas, conectadas por hilos de significado.
- Mapiro de los vínculos: un mapa afectivo que conecta nombres, gestos y memorias compartidas.
- Mapiro del tiempo cotidiano: un registro visual del paso de los días, donde cada círculo o trazo es una jornada.
- Mapiro del duelo o de la transformación: una ruta íntima a través de la pérdida y el reencuentro.
- Mapiro creativo: una cartografía de los procesos artísticos o de proyectos, desde la intuición inicial hasta la forma final.
Cada uno puede abordarse como una práctica de journaling creativo, una deriva interior o una exploración simbólica del yo. En todos los casos, la lógica es la misma: crear para comprender, plegar para asentar, desplegar para recordar.
🔍 El lenguaje visual del mapa
Para que un mapiro conserve su esencia cartográfica (y no se asimile a un cuaderno de viaje), se construye con símbolos y estructuras gráficas:
- Figuras geométricas (archipiélagos de conceptos, ideas)
- Líneas (rutas, vínculos)
- Colores (intensidades)
- Texturas (relieves de la memoria)
- Leyendas (clave emocional: qué significa cada color, cada forma)
- Frases y palabras (no deja de ser un diario de viaje)
- Imágenes dibujadas o recortadas, tomando préstamos del collage…
Todas ellas combinadas y utilizadas primando un principio: el de libertad creativa.
Un mapiro no se lee de izquierda a derecha, sino de dentro hacia fuera, o de fuera hacia dentro.
Es un mapa vivo, una geografía emocional. Su territorio no está en Google, sino en sus pliegues y en la mente que lo crea.
El territorio del mapiro no está en Google, sino en sus pliegues y en la mente que lo crea.
De algún modo, es una forma contemporánea de deriva urbana o de psicogeografía artística, una manera de recorrer lo cotidiano como si fuera un territorio desconocido.
🌸 Un arte que se despliega
La mapiroflexia no es una técnica cerrada, sino un camino de exploración.
Cada nuevo mapiro es distinto: cambia el papel, el trazo, la emoción, el tiempo. Por eso puede tener talleres sucesivos, cada uno dedicado a un tipo de mapa, a una forma o a un pliegue distinto.
El mapa no termina: solo cambia de escala.
La mapiroflexia invita a mirar la vida —y los viajes— como una sucesión de pliegues.
Cada doblez guarda una historia. Cada historia, un paisaje.
Y cada paisaje, un gesto: el de crear y recordar a través del arte, del papel y de la imaginación.
El de doblar la memoria para que quepa en un bolsillo.
