La postal más extraña del mundo

PARTE 1: la postal de la guarida del prusiano

Me encontré con ella una tarde de diciembre. Madrid temblaba a tres grados sobre cero mientras yo giraba la esquina de Paseo de Recoletos con Almirante, muy cerca de la Biblioteca Nacional.
Tras andar unos pocos metros, un cartel amarillo luminoso (que tendría, aproximadamente, mi misma edad) cumplió su función y llamó mi atención al instante:

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«Postales». «Objetos» (¿objetos?) «Curiosidades» «Entrada».

Un vistazo rápido al resto del escaparate («Se compran postales», «Invasores de marte», «Mujeres al borde de un ataque de nervios», «Tienda por el portal») me convenció de que, definitivamente, tenía que entrar.

Seguí las indicaciones del cartel y entré al portal. Atravesé una primera puerta de cristal con un retrato de un general prusiano y acabé en el descansillo del edificio. A mi derecha, el mismo general prusiano se encontraba colgado sobre una puerta de madera, una puerta como la de cualquier casa de cualquier edificio de cualquier vecindario de Madrid. Debía ser allí. Tras llamar al timbre, un hombre de poblado bigote y mirada bondadosa abrió la puerta y me invitó a entrar en su guarida.

Guarida. Sí. Porque esa es la palabra que corresponde a un lugar como aquel. La tienda era la pesadilla de cualquier amante del orden y el minimalismo: carteles, fotografías, posters de películas ochenteras, coches de juguete, objetos decorativos de todos los tipos, formas y colores… Infinitos cachivaches con aspecto de haber vivido más experiencias que todos los que estábamos en la tienda juntos (éramos 4) invadían cada rincón de la sala. Aquel lugar era un síndrome de diógenes convertido en negocio.

Era, simplemente, maravilloso.

Tan excitado como un gato jugando con un cordón de zapato, recorrí cada estante y cada pared, tratando de reconocer todos aquellos objetos. Hasta que llegué a una de las mesas. Sobre ella se encontraban apilados, en una caja de cartón, varios números de la mítica minibiblioteca de la literatura universal de Petete y, a su lado, dentro de otra caja, decenas, cientos de postales.

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Metidas en carpetillas de plástico, casi todas mostraban imágenes antiguas de Madrid, en color y en blanco y negro. Las fui pasando una a una hasta que me di cuenta de que, en su reverso, algunas tenían palabras escritas. Fascinado, comencé a leer aquellos mensajes de gente desconocida con una mezcla de vergüenza y curiosidad. La sensación de estar haciendo algo prohibido, violando la intimidad de otra persona, se combinaba con el hecho de que, si estaban en venta en una tienda es que se podían leer sin problema alguno.

Es curioso el momento en el que la intimidad se convierte en algo público: cuando se comercializa.

Algunas eran felicitaciones de Navidad, otras hablaban de un viaje y otras eran imposibles de descifrar. Mi mente comenzó a imaginar diferentes historias alternativas para las vidas de aquellas personas que, probablemente, ya estarían muertas.

Y entonces llegó aquella postal:

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Qué demonios…

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El inventor de historias se transformó en detective. La releí una, dos, tres veces. Le dí la vuelta para ver aquella imagen de la diosa Cibeles, uno de los monumentos más emblemáticos de Madrid. Deduje que la foto era, por lo menos, de los años 70, por aquel guardia de tráfico de casco blanco.

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Inciso: no sé por qué, pero sabía que los atuendos de los guardias de tráfico cambiaron en los años 70, añadiéndose un casco blanco, llamado Calimero. Esto es, claramente, de esas cosas que se conocen y solo sirven para jugar al Trivial o para encontrar sentido a postales anónimas un sábado por la tarde.[/su_note]

Volví a leer el mensaje y lo único que podía enlazar mi mente es que si allí había un error, era eso de «Gary Gran». Obviamente, quien lo hubiese escrito, quería decir Cary Grant, el actor inglés. Aquel misterioso destinatario, «Viaje con nosotros» tenía que tener la clave.

Desde un recuerdo lejano, una canción comenzó a sonar en mi cabeza.

Un rápido vistazo a Google me refrescó la memoria: «Viaje con nosotros» fue un programa de humor y variedades emitido en 1988 en La 1 de Televisión Española que duró solo una temporada. Yo solo tenía 4 años por aquel entonces, por lo que, si recuerdo algo, es gracias a los típicos programas especiales de Nochebuena y Navidad donde se desempolvan grabaciones de años anteriores.

Así que ya sabía algo de aquella postal: fue escrita en 1988, en concreto en algún momento entre enero y mayo, que fue el tiempo de emisión del programa.

Mientras mi cerebro trabajaba tratando de buscar conexiones, el hombre de poblado bigote y mirada bondadosa se acercó y me sacó de mis cavilaciones: eran las 19:30 y tenía que cerrar para enviar una carta en correos (¿casualidad?). Le pagué el precio que marcaba la postal y me la llevé a casa para seguir indagando sobre aquel misterio.

Mi misión no habría acabado hasta que supiese cual era el error de aquel extraño mensaje.

PARTE 2:  El error

En efecto. Había un error.

Estoy sentado en mi escritorio, acabando una bolsa de pistachos con aire triunfador (vale, sí, puede que no resulte muy glamuroso, pero me encantan los pistachos… ¿qué pasa? Cada uno celebra los logros con lo que tiene a su alcance…). Me siento satisfecho. Acabo de descubrir el motivo de aquel misterioso mensaje.

La historia fue, con toda seguridad, así: el programa de Gurruchaga, envuelto en constantes polémicas (sobre todo una muy famosa que incluyó a Jordi Puyol, al Fútbol Club Barcelona y a la Virgen de Montserrat), tenía un apartado de concurso donde se lanzaba una pregunta a la audiencia. La gente tenía que mandar su respuesta a través de un medio que, por desgracia, se ha ido perdiendo: la carta o postal.

He de decir que, por más que he buscado y visto los vídeos del programa que hay disponibles en internet, no he encontrado el momento en que se lanzó la pregunta en cuestión. Pero este es de esos casos que se puede completar la pregunta a través de la respuesta.

¿Y cual fue la respuesta?

Una postal de la Cibeles con los nombres de Gary Cooper y Cary Grant. Como el texto excluía a Gary Cooper, la respuesta se reducía, por tanto, a Cibeles y Cary Grant.

Había que buscar, pues, algo sucedido que conectase a la Cibeles con Cary Grant.

Varias hipótesis vinieron a mi cabeza:

  • ¿Se bañó Cary Grant desnudo en la Cibeles?
  • ¿Encarnó Cary Grant a la Cibeles en alguna película?
  • ¿Se hizo socio Cary Grant del Real Madrid?

La respuesta, en este caso, (y muy a mi pesar, porque las otras versiones habrían sido mucho más jugosas) siguió el principio de la Navaja de Ockham en el cual «en igualdad de condiciones, la explicación más sencilla suele ser la más probable»: la plaza de Cibeles fue donde se tomó una fotografía a Cary Grant, junto a Sofía Loren, en uno de los descansos que tuvieron durante el rodaje de la película «Orgullo y pasión», basada en la Guerra de Independencia española contra Napoleón y rodada en 1957.

La postal más extraña del mundo

Ese era el misterio que encerraba el mensaje de aquella postal. La persona anónima que lo escribió estaba en lo cierto. De esta forma, rescatada por mí casi 30 años después, la pregunta y su respuesta volvieron a cobrar vida. «Viaje con nosotros» volvió a sonar con la inconfundible voz de Javier Gurruchaga.

Apurando los últimos pistachos vuelvo a mirar la postal. Investigo la imagen, trato de averiguar las marcas de los coches. Me llama la atención la estación de RENFE, arriba a la izquierda.

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Es Recoletos, pero ahora no está ahí, sino 400 metros más al norte.
Doy la vuelta a la cartulina y, de pronto, me doy cuenta de algo en lo que no había caído hasta ahora: la postal no tiene sello ni tiene restos de que haya habido pegamento.

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La postal nunca se llegó a enviar.

  • ¿Por qué? ¿Se habría arrepentido él/ella? ¿Algo le habría impedido mandarla?

Y no solo eso.

  • ¿Cuál era el premio? ¿Habría ganado de haberla mandado? ¿Estaría pasando por algún problema económico que le hizo plantearse participar y que, de pronto, se solucionó por lo que ya no fue necesario mandar la postal? ¿Por qué se la quedó y no la tiró? ¿Cómo y en qué momento llegó hasta aquella tienda con un general prusiano en la puerta? ¿Sería el hombre de poblado bigote y mirada bondadosa el autor de aquel escrito?

Con los ojos fatigados y clavados en el hueco vacío de la postal, moví mi mano, casi de forma inconsciente, hasta la bolsa de pistachos.  Busqué a tientas con las yemas de los dedos en su interior.

Pero ya solo quedaban restos de cáscaras y minúsculos granos de sal. 

 

 

[su_note note_color=»#ffffff»]Esta ha sido uno de mis relatos, que incluyo dentro de la sección Viaje-ficciones. Si quieres leer más, pincha aquí. [/su_note]

 

Dani Keral

Fotovideógrafo por vicio y culo inquieto. Redactor en revistas Yorokobu, Salvaje, Viaje con Escalas y Condé Nast Traveler

10 comentarios en «La postal más extraña del mundo»

  1. Maravilloso y gracioso relato. Lo que no me gusta es el título. Pero eso me pasa con todo el que dice «Lo más…, como por ejemplo: «Las mejores tapas de Madrid» en un bar del Barrio de la Concepción. ¿Ha probado el que lo ha escrito las tapas de todos los bares de Madrid? Claro que no. Y tu, ¿Por qué sabes que es la postal más extraña del mundo? ¿Has visto todas?
    Aparte de eso, eres el tipo mas gracioso del mundo. Y no digo el mejor escritor porque ese soy yo. je je y ja ja.

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    • Jeje, gracias Francisco. Sobre el título… precisamente uno de los objetivos era generar conversación… A ver quién había recibido otra postal aún más extraña.
      Y el tipo más gracioso del mundo también lo eres tú, por cierto. Jajajajaja, eres un crack.

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  2. siento discrepar mi querido Holmes, la postal fue enviada, pero…. dentro de un sobre. Una leyenda urbana habla de un funcionario de Correos que se dedicaba a requisar las postales que se enviaban dentro de sobres…
    Y ahí tienes tema para un próximo relato.

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  3. Me ha encantado todo el relato 😀 la maravillosa tienda, la intrigante postal, tus divertidas pesquisas,… el gran Gurruchaga…. y hasta la bolsa de pistachos 😀 Lo he disfrutado mucho 😀 Por cierto, al leerte, a una de mis musas de chichinabo se le ha ocurrido una idea creativa, casi un juego …Ella insiste en que te lo comente… y justo en estos momentos me pregunto ¿te mando un mail y te cuento? ¿o le hago caso a mi yo tímido, inseguro,…prudente y me callo?… ¿? … ya me dirás…
    Muchas gracias por compartir esta bonita historia. Un abrazo y Felices Fiestas.

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